Al otro lado de la vaya, también se siente el patinaje.
Tan lejos, tan cerca. Familia, patinaje y nervios.
El ayudar a nuestros hijos en sus momentos clave en el patinaje artístico y convivir con sus preparativos antes de salir a pista, es todo un ritual.
Llegamos, generalmente, media hora antes de las pruebas o exhibiciones.
Antes ya sentimos nervios en casa, peinados, mallas, maquillaje…
Aumentan al llegar al recinto. A veces tan ridículamente estresante, como que el hecho de aparcar 20 metros alejados de la puerta principal, parezca casi una tragedia.
Una vez dentro, hay que elegir sitio en las gradas, nunca antes ese momento fue tan clave, además de cómico, en nuestro existir. Hay que asegurarse estar bien centrado, para ver con detalle todo el ejercicio de patinaje 😉
Tras esos brillantes momentos de histeria reprimida, que nos regala el patinaje. Llega el momento de darle vueltas, a si tu hija verá a bien que le grites “guapaaaaaaa” durante el ejercicio. Eso sí, gritar como si nunca antes hubieses apreciado su belleza natural y por supuesto familiar (para lo bueno siempre son clavaditos a uno mismo) , o si por el contrario, la vas a desconcentrar. Hay entrenadores que prefieren que eso ocurra en la presentación o ya en la clausura y no durante el ejercicio.
Es cierto que, esos momentos, cómicos y a veces hasta ridículos, son muy gratificantes. Tanto que sin duda, repetimos los mismos, a cada oportunidad de ello, una y otra vez.
Es importante saber ganar, pero también saber perder. La familia es muchas veces clave a la hora de vivir ambas. Hacerlo de la mejor manera y poder disfrutar de este genial deporte, nos hace la vida más completa.
El patinaje te invade, gusta poco a poco y sin remedio. Es importante vivir cada momento que te ofrece el patinaje, a tope y de manera sana.
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Salud!!!