Lo único constante en la vida, son los cambios
En primavera ya notamos que el verano iba a ser movido, llámalo instinto…
Nuestras niñas hacían más trayectos en coche entrenamiento/casa enfadadas o preocupadas por diferentes excusas, que tranquilas y contentas. Eso da pistas de que la cosa no fluye como debería en la pista.
El tema nos ocupaba muchas conversaciones familiares, eso hacía que no tuviéramos un día a día tranquilo.
Uno no espera que todos los días de su existir sean una fiesta, pero tampoco acabar hasta las narices de conflictos tontos que minan.
Probar algo diferente.
En casa propusimos ir al campus de verano de otro club y conocer más ambientes de patinaje .
Según nuestra perspectiva de la situación, las niñas estaban molestas porque en su club en esas fechas, las trataban despectivamente en momentos puntuales, los monitores decían tacos, mentiras imaginamos que piadosas, las comparaban con otras para hacerles sentir que no avanzaban como se esperaba, generaban desconfianzas entre compañeras patinadoras y detalles así las ponía de los nervios.
Como no hay niños iguales, entendemos que lo que molesta a nuestras pequeñas a otros les puede parecer ideal.
Intentar ver más allá
Personalmente, decidimos que había que abrir horizontes y explorar 😉
No hay que conformarse con ver el mundo a través de la mirilla, hay que salir, comparar y arriesgar.
En el club donde patinaban, creo se entendió como un desafío o una ofensa (es sólo una percepción). En casa no entendimos por qué ya que nosotros intentábamos ser prácticos y ver felices a las niñas.
Fue difícil conseguir que nos dejaran participar en el campus de verano. Basaban la negativa en normas federativas que indican que el club con el que estas debe ver a bien, que otro entrenador que no es de su equipo te entrene y no querían eso. No hacía falta su permiso, porque era campus de verano y no entrenamientos, pero aún así, quisimos ser lo más correctos posible e insistir hasta lograr el sí.
Choca con la idea de que la tutela es de los padres, los que pagamos entrenamientos, fichas federativas y campus y sobretodo, soportamos los enfados de nuestros peques si algo les molesta y lidiamos con ello, para que sean constantes y perseverantes en el deporte que aman y entendemos que no siempre es fácil.
Pero las decisiones importantes deben consensuarse con el club y a veces no es camino fácil.
Es importante confiar mucho en el entrenador ya que toma decisiones con nosotros.
Obras son amores y no buenas razones.
Pocos días después de empezar a ir al campus de verano, las niñas comentaban que el trato y entorno les parecía mejor en el nuevo club. Insisto, en que no lo decían con ánimo de menospreciar al club anterior, sino con ganas de vivir según sus percepciones.
Son muchas horas en el club, creo primordial tener buen feeling. Que te aporten más motivos de alegría que de preocupación.
Quisimos compartir cómo nos sentíamos con el club al que en ese momento pertenecíamos. Nos citamos con uno de los entrenadores, comentamos que las niñas hablaban de la opción de cambiarse de club en el futuro y preguntamos qué creían que podíamos hacer… intentando dejar la pelota en su tejado. No esperábamos nada concreto, en ese momento éramos meros intermediarios entre las patinadoras y el club.
Ver para creer.
Salió mal, fue frustrante. Tengo la sensación todavía, de que no nos entendimos. Ni se plantearon el hablar del tema con las niñas, las verdaderas protagonistas. Les apremiaba que nos decidiéramos en si se quedaban o se iban, decisión que pretendían tomáramos allí, en frío. Tenía que ser “ya” y sin hablar con las niñas… Querían saberlo para poder sustituirlas en unos bailes que iban a hacer para las fiestas del barrio.
Nos quedamos helados y por la noche en casa hablamos con las niñas, ellas debían tomar la decisión. Lo ocurrido con los responsables del club esa tarde, dio el empujón final para marcharnos. Ni se molestaron en saber cómo se sentían sus patinadoras. Dolidas en aquel momento, por la idea de que se las quería sustituir con prisas. Desechadas como si fueran piezas repetidas de un mal puzzle por construir.
No entendemos la vida del conmigo o contra mí, no nos enriquece.
Somos más del vive y deja vivir, así q rápido intentamos pasar página. Sufrir por las pataletas de otros no es sano, así que decidimos darle la mínima importancia.
La decisión, cambiar el día a día.
Las niñas, optaron por intentar cambiar de club y mirar hacia delante.
Cambiamos de club, con ilusión de iniciar un nuevo camino y conocer a gente. Está claro que nadie es perfecto, pero hay que lanzarse.
La cosa no era tan sencilla. Para entrenar en otro club a mitad de temporada, necesitaban la baja federativa por parte del primer club, sino las niñas no podían entrenar en otro hasta enero y ya os adelanto que no fue fácil lograrla.
Existen adultos, a los que nada impide intentar tocar un poco las narices a menores, basándose en enfados absurdos que no llevan a cambios, ni a mejoras. Parece que olvidan que tratan con niños.
Al final no importó el que intentaran ralentizar los trámites. Se luchó durante el verano por lo que creíamos justo y se consiguió que no perdieran demasiado tiempo sin entrenar. Poder seguir disfrutando de este tan bonito deporte y dar portazo al antiguo club, para poder ilusionarse en el nuevo.
Agradecidos, porque no estuvimos solos.
Gracias a la constancia, decisión, cariño al patinaje y respeto por los patinadores de algunas personas. A las ganas de luchar y ser dueños de nuestro destino de Vicente Pérez (papá PuroPatín).
Sobretodo gracias a la Federación de Patinaje de las Islas Baleares por ayudarnos, en lo que estaba en su mano, para que niñas puedan seguir ilusionándose sobre ruedas.
Así terminó nuestra etapa en un club, de cuyo nombre no logro acordarme…
Salud!!!